noviembre 22, 2010

Araña que teje

Me gusta cuando las tortillas se inflan en el comal y tenía ganas de comentárselo a alguien, pero no hay nadie aquí. Nunca hubo nadie, siempre he estado sola. Vivo con gente, sí, pero estoy sola. También me gusta ver por la ventana, cuando el humo del fogón lo permite, a la araña formando su tela entre las ramas del cedrillo. Y me gusta este olor que no sé si viene del adobe o de la milpa, pero llega siempre después del rocío. Si me dieran a elegir, quisiera aprender geometría para dibujar tortillas y telarañas con el compás y quizá me daría gusto ya no estar sola. No sé.

noviembre 05, 2010

Al final los ideales

Siendo adolescente se compró una idea. En la vejez aún trata de colocarla en alguna venta de cochera, sin éxito hasta hoy. Parece obsoleta: es de darle cuerda y no trae wifi incorporado; pero viene acompañada de un trompo de tronco y clavo. Me la llevo.

octubre 27, 2010

Otoñal

El día comienza a caer temprano, igual que las hojas pardas, copando la vista desde nuestra ventana. El pie sigue hormigueando. Hay un incierto otoño en mi cuerpo: una inminente y silenciosa resaca; una incierta estética de la soledad; una frugalidad de sensaciones que de tan tranquila inquieta. Hoy el otoño surge de esta habitación, de esta mesura.

octubre 22, 2010

Conjugaciones

Yo leo que alguien dice que todos amamos. Yo dudo. Tú dudas. Ella grita que alguien escribió que todos odian. Dudo. Dudamos. Leemos que defienden su punto; río; lloras; aguantamos; moriremos aguantando. Yo escribo que alguien lee que todos amamos. No amo, amé (no amamos, amamos). No ríes, lloraste. No dudan, durarán. No escribo, despertaremos.

septiembre 02, 2010

Oficio #9

Llego temprano a una esquina cualquiera (color gris cualquiera y fetidez cualquiera) y le digo algún piropo a una niña gorda. Comienza entonces mi día laboral y camino por el barrio en turno haciendo un poco de vida. Entro a una tienda y acuchillo un par de latas de refresco; sobra decir que debo salir corriendo. Escribo un falso número telefónico en una servilleta que luego abandono en un café. Le sonrío a un policía. Persigo durante cuadras a una pareja de viejos; cuando llegamos a su casa les ofrezco ayuda con las bolsas del mercado. Subo al taxi justo antes de que lo haga quien le hizo la parada y me bajo unos metros adelante. Tiro en alguna jardinera de difícil acceso un billete de cincuenta o cien pesos (parte de los gastos de viáticos). Finjo reconocer a gente desconocida y lo saludo; finjo indignación porque no me reconocen. Regreso a la esquina de la niña gorda justo a tiempo para piropear a su papá que la recogió de la escuela. Y al final de mi turno me lavo las manos con gel antibacterial, tomo el metro y me voy a pasar tarjeta con la alegría de haber hecho bien mi trabajo y la firmeza de que una que otra persona tendrá algo para recordar esta noche mientras se lava los dientes; no creas que lo hago sólo por el dinero.

agosto 24, 2010

Animales alborotadores

a Majo

Supón primero que tus recuerdos forman un montoncito en algún rincón de tu inmensa e iluminada mente. Probablemente al hacerlo, se están corporeizando esos recuerdos dentro de tu imagen mental. Para efectos prácticos supongamos que les diste forma de canicas y textura más bien como de gomitas dulces. Ahí están en el rincón, que en la imagen que estamos creando ya no es tanto un rincón sino que quedó en el centro de la blancura inmensa.

Supón ahora que cada pelotita la puedes tomar con dos dedos y de pronto estar dentro de ella; recordar, pues. Eso no implica que la inmensidad exterior haya desaparecido; en algún momento saldrás a ella otra vez y de regreso a esa hoja en blanco te sentirás solo (o sola, suponiendo que seas mujer).

Pero la mente no sólo contiene el montoncito de recuerdos. Seguramente ya viste por allá, a lo lejos, un montoncito de ideas que parecen frijolitos; más para acá, al girar el cuello, una montaña de prejuicios; del otro lado se acumulan ciertos lazos... de pronto la mente ya no parece tan inmensa aunque lo sea.

Y pasa, así de pronto, revoloteando uno que otro deseo. (La frecuencia de estos animales alborotadores de la mente dependerá de cada quien, supongo yo.) Pasan volando por sobre nosotros y cagando sobre las canicas de uno u otro bulto y supongo que es normal: los sueños nos desasosiegan, nos empañan los recuerdos, hacen nidos entre las ideas germinándolas y en general alborotan todo. Son la vida dentro de esa parsimonia de paisaje.

agosto 18, 2010

Fenilcetonuria

Repelente de insectos
para la niña
para no tener que tener el cruel contacto
con espejismos del paleozoico
; bloqueador solar con resistencia
al agua de mar de lago y al bendito cloralberca
(que nos mantiene lejos del monera)
.
La niña le pregunta si él de niño usaba goggles
paleta helada entonces para ella
: es un premio a su curiosidad y más aun
un freno
.
Efervescentes de vitamina ce
para la niña luego de lo frío
, mientras él piensa que dentro de unos meses
le explicará lo de la capa de ozono:
— hija, nada es como antes…

Ya entrada la noche, la niña en el sueter
es hora del lactobacilo y
por qué no, una galleta
; y una sonrisa suave de la niña
por el sabor del aspartame
.

junio 11, 2010

Casa abandonada

No hay nadie nunca, nadie contesta y nadie atiende la puerta: mi vida es una casa abandonada desde hace un tiempo; en mi sala de estar ya nadie está. A veces viene alguien y toca el timbre o tira piedritas a la ventana. Yo, desde la casa vecina observo. como nadie atiende, el que llamaba se aleja, volteando hacia atrás de cuando en cuando.

mayo 17, 2010

A Different Blues

Tenía una catarina sobre el hombro, la observé varios minutos y al poco rato voló. Eso fue hace muchos años, por lo menos quince, y lo recordaba ayer por la noche mientras tenía sobre los muslos un gato acurrucado que con su ronroneo me traía a la mente, antes que la catarina, la mano de una niña que en la escuela primaria tomaba la mía trémula, traviesa y discretamente.

Pero el gato se fue como se van los gatos cuando quieren y me dejó con los ojos llorosos no de tristeza sino de alergia leve, casi imperceptible y sin embargo presente como el olor picante del aire acondicionado; recordándome entonces el deshielo de la mano de aquella niña que en cuarto de primaria tocó a la puerta de mi infancia. Las imágenes mentales se encimaban una sobre otra y sólo se borraron con el sonido emitido por el auricular del teléfono al devolverlo a la base. Todo se borra.

Seamos más claros ahora que estamos sobrios: ella tiene cinco años menos que yo y mucho más fe en las cosas. Tiene también un gato y un teléfono en su departamento; un refrigerador, una cama y una predilección por caminar descalza. Sobra decir que posee más cosas pero resultan irrelevantes por ahora.

Diría que anoche tomamos lo suficiente, pero cuando yo bebo lo suficiente la gente dice que es mucho. Estábamos, digámoslo así, borrachos los dos en su departamento como cualquier jueves por la noche. Habíamos logrado escabullirnos del Mixup con un par de discos robados y para celebrarlo pedimos pizza. Cuando sonaba “Violin Green” de Apple Juice Kid, comencé a limpiar un poco de hierba sobre la cama y ella se levantó para sacar del refrigerador un par de montejos.

Antes de que volviera a la cama sonó el teléfono y, como es de suponerse, contestó de mala gana. Mientras ella hablaba y en el estereo comenzaba a sonar “Masco”, tuve que hacer maniobras con el guato porque el gato saltó sobre mí. Yo sabía que del otro lado de la línea alguno de sus ---- le reclamaba a gritos porque ----. La llamada la estaba lastimando.

Tardó mucho al teléfono así que encendí el porro. Fue entonces que pasó lo del gato y la catarina y la mano escurridiza. Todo se borra pero deja una estela, una turbulencia. Con el click del colgar telefónico volví y la vi ahí, parada al centro de la nada, pálida y semidesnuda. Cuando le corrí el porro fue que flaqueó y empezó su llanto, su moqueo, su tartamudeo y mi silencio. La trompeta de Miles no ayudó más: el disco había terminado.

Es momento de dejar de ser claros, ahora empiezo a dejar de sentirme sobrio y no sé, pero ojalá nunca le hubiera conocido esa expresión desconsolada. Mocos y comisuras enrojecidas. La cosa es que ni siquiera traté de entender lo que ella balbuceaba porque supe de inmediato que no quería verla más. Tomé mi ropa y lo quedaba de droga; la besé tiernamente y luego, de un tirón, la aventé en la cama; me vestí sentado en una orilla sin decir palabra; antes de salir del departamento alcancé a decirle que el disco era un regalo; y cuando me crucé con el pizzerito en la entrada del edifico no pude más que dibujar una sonrisa: ella no tenía ni un peso.

abril 30, 2010

Un despojito

De los laberintos se sale sólo por arriba.
Fito Páez

Vamos a decir las cosas como son:
hoy tengo ganas de venderme por kilo
de venderme a mí y a mis recuerdos
a mis cables y al papel de reuso
a las agujetas de mis zapatotenis.

A todo se le saca su lanita
se le lleva lejos si se quiere
se le convierte en combustible.

Si logro vender mis amalgamas
regalo las encías en promoción.
Si logro vender mis mocos
te llevas de regalo mi colección de discos.
Si alguien me paga por mis pasos de baile
ya la armé, pago un boleto de metro.

Me quiero ir tan lejos como llegue la linea B
y espero estar de vuelta
para la cena.

abril 16, 2010

Acuarela sobre papel de china

Todo esto es por un gato. Yo lo imaginé primero así solito y en mi mente era azul con verde. Sabes bien que con el verde siempre he sido exigente, así que el de su pelaje no era un bandera o pistache o perico, era aqua. Los dos colores se mezclaban bien y al cerrar los ojos y concentrarme veía incluso cómo se alternaban y había algo de tornasol en ellos. Tenía además nuestro gato, que por ese entonces era mío solamente, dos hileras de dientes tan blancos como el blanco de esta pantalla y los mostraba orgulloso sin sonreír pero sin amenazar, caminando con la cola erguida hacia adelante y siempre sobre fondo rojo.

Me hubiera gustado entonces ser pintor para plasmar el cuadro aunque, apenas abrir los ojos, la imagen se desvanecía; se desvanece. Los vuelvo a cerrar y aparece ahora una mano tuya, una zurda que recorre con sus dedos desde la nuca hasta la cola. El aqua y el cian del gato se altera por el blanco floral de tu piel. Todo su cuerpo se altera, se eriza, ronronea, disfruta.

Me doy cuenta entonces de que te extraño gracias a un felino que ahora ya es nuestro. No me decido a abrir los ojos porque sé que te irás y realmente estoy disfrutando esa frontera rosa, vibrante, que se ha creado entre la imagen de tus dedos y el fondo rojo; esas fronteras todas que ha creado siempre tu piel para asombro mío. Tu cara no la veo con estos ojos cerrados, sólo tu mano; el gato huye y queda tu mano chica como siempre, de dedos chatos y rollizos, de uñas cortas, de lindo calor, de lindo sudor; tu cara no la veo: no surge la increíble combinación de rubor lavanda y destellos dorados que tu cara me brindaba.

Vuelve el gato a buscar tus caricias y tu cara nunca apareció. Entiendo entonces, por un verdeazulado con fondo rojo, que ya no te amo pero sí te extraño. Quiero verte también con los ojos abiertos.

enero 19, 2010

abandonos*

Dejarlo morir igual que a todo
igual que a las risas prefumadas
y a las noches de playa
dejar que se vaya como vino
no insistir más, verlo morir

(tiraste una semilla en la banqueta / no pegó nunca hizo caso / se ha secado)

dejarlo morir como a un abuelo
no encender velas que lo retengan
no macerar la sangre de su ausencia
verlo partir

(levaste un papalote roto / infantilmente roto kamikaze)

dejarlo ser, evidenciarse
levantar ya la tapa del retrete
y escucharlo cantar
      lejos de ti.


*Se acabó el año y varios sueños. Se murió el blog. Inutil resucitar lo que nunca nació (hablo de una mujer). Inutil resucitar lo que nunca nació (hablo de escribir constantemente). Se fueron meses que es inutil buscar. Inutil esto y otras cosas.