abril 11, 2016

Amigos (así, en masculino y plural): estamos mal.

Hablo de ellas y de nuestra manera de estar con ellas, de mirarlas, de quererlas, de enfrentarnos cotidianamente a ellas. De no dejarlas ser por miedo a dejar de ser nosotros como nos enseñaron. 

Hablo de un sistema que nos favorece como hombres, de unas reglas del juego que nos privilegian, de una educación que nos cría opresores, de formas de vida que replicamos a veces sin darnos cuenta y a veces con ganas de sacar ventaja. [Por ejemplo esto.]

Hablo de la brutal violencia de la que somos testigos, de la que nos damos cuenta pero no la vivimos en carne propia. Somos privilegiados y, como mucho, tratamos de empatizar. Hablo de ese miedo que nunca sentiremos. [Por ejemplo esto.]

También hablo de las pequeñas cosas, de esa duda que seguido me asalta pensando en qué micromachismos invisibles incurrí hoy, de qué manera he construido relaciones dominantes, cómo sigo siendo parte de esto por dejarlo ser, por no darme cuenta, por minimizarlo. [Por ejemplo esto.] 

Y sé que nos suena raro a veces cuando lo platicamos porque problemas como el acoso laboral, la violencia de pareja o la desigualdad de oportunidades nos parecen muy distantes y no los concebimos porque no los vemos —no los queremos ver o los hemos interiorizado al grado de volverlos invisibles—, y quizá tenemos la suerte de que en nuestros círculos pasan menos. O eso creemos. Y sé también que varios de ustedes ya han tomado acción.

Así que escribo esto no para decir que tú y yo tenemos la culpa de todos los abusos y las injusticias, sino con ganas de zarandearnos un poco e insistir en que, amigos: estamos mal. En plural. Y entonces en plural nos corresponde arreglarlo. Esa colectividad empieza por manifestarnos, intercambiar ideas e incluso disentir. [Por ejemplo esto.]

Es necesario transformar nuestras relaciones personales pero eso ahora no es suficiente. Tenemos que cerrar filas, hacer notar nuestro apoyo y hacer ruido: que sepan que si sufren un abuso no es su culpa y no deben esconderlo ni sentir vergüenza. Que sepan que lo sabemos. El primer paso es expresarnos.