Todo esto es por un gato. Yo lo imaginé primero así solito y en mi mente era azul con verde. Sabes bien que con el verde siempre he sido exigente, así que el de su pelaje no era un bandera o pistache o perico, era aqua. Los dos colores se mezclaban bien y al cerrar los ojos y concentrarme veía incluso cómo se alternaban y había algo de tornasol en ellos. Tenía además nuestro gato, que por ese entonces era mío solamente, dos hileras de dientes tan blancos como el blanco de esta pantalla y los mostraba orgulloso sin sonreír pero sin amenazar, caminando con la cola erguida hacia adelante y siempre sobre fondo rojo.
Me hubiera gustado entonces ser pintor para plasmar el cuadro aunque, apenas abrir los ojos, la imagen se desvanecía; se desvanece. Los vuelvo a cerrar y aparece ahora una mano tuya, una zurda que recorre con sus dedos desde la nuca hasta la cola. El aqua y el cian del gato se altera por el blanco floral de tu piel. Todo su cuerpo se altera, se eriza, ronronea, disfruta.
Me doy cuenta entonces de que te extraño gracias a un felino que ahora ya es nuestro. No me decido a abrir los ojos porque sé que te irás y realmente estoy disfrutando esa frontera rosa, vibrante, que se ha creado entre la imagen de tus dedos y el fondo rojo; esas fronteras todas que ha creado siempre tu piel para asombro mío. Tu cara no la veo con estos ojos cerrados, sólo tu mano; el gato huye y queda tu mano chica como siempre, de dedos chatos y rollizos, de uñas cortas, de lindo calor, de lindo sudor; tu cara no la veo: no surge la increíble combinación de rubor lavanda y destellos dorados que tu cara me brindaba.
Vuelve el gato a buscar tus caricias y tu cara nunca apareció. Entiendo entonces, por un verdeazulado con fondo rojo, que ya no te amo pero sí te extraño. Quiero verte también con los ojos abiertos.