abril 30, 2010

Un despojito

De los laberintos se sale sólo por arriba.
Fito Páez

Vamos a decir las cosas como son:
hoy tengo ganas de venderme por kilo
de venderme a mí y a mis recuerdos
a mis cables y al papel de reuso
a las agujetas de mis zapatotenis.

A todo se le saca su lanita
se le lleva lejos si se quiere
se le convierte en combustible.

Si logro vender mis amalgamas
regalo las encías en promoción.
Si logro vender mis mocos
te llevas de regalo mi colección de discos.
Si alguien me paga por mis pasos de baile
ya la armé, pago un boleto de metro.

Me quiero ir tan lejos como llegue la linea B
y espero estar de vuelta
para la cena.

abril 16, 2010

Acuarela sobre papel de china

Todo esto es por un gato. Yo lo imaginé primero así solito y en mi mente era azul con verde. Sabes bien que con el verde siempre he sido exigente, así que el de su pelaje no era un bandera o pistache o perico, era aqua. Los dos colores se mezclaban bien y al cerrar los ojos y concentrarme veía incluso cómo se alternaban y había algo de tornasol en ellos. Tenía además nuestro gato, que por ese entonces era mío solamente, dos hileras de dientes tan blancos como el blanco de esta pantalla y los mostraba orgulloso sin sonreír pero sin amenazar, caminando con la cola erguida hacia adelante y siempre sobre fondo rojo.

Me hubiera gustado entonces ser pintor para plasmar el cuadro aunque, apenas abrir los ojos, la imagen se desvanecía; se desvanece. Los vuelvo a cerrar y aparece ahora una mano tuya, una zurda que recorre con sus dedos desde la nuca hasta la cola. El aqua y el cian del gato se altera por el blanco floral de tu piel. Todo su cuerpo se altera, se eriza, ronronea, disfruta.

Me doy cuenta entonces de que te extraño gracias a un felino que ahora ya es nuestro. No me decido a abrir los ojos porque sé que te irás y realmente estoy disfrutando esa frontera rosa, vibrante, que se ha creado entre la imagen de tus dedos y el fondo rojo; esas fronteras todas que ha creado siempre tu piel para asombro mío. Tu cara no la veo con estos ojos cerrados, sólo tu mano; el gato huye y queda tu mano chica como siempre, de dedos chatos y rollizos, de uñas cortas, de lindo calor, de lindo sudor; tu cara no la veo: no surge la increíble combinación de rubor lavanda y destellos dorados que tu cara me brindaba.

Vuelve el gato a buscar tus caricias y tu cara nunca apareció. Entiendo entonces, por un verdeazulado con fondo rojo, que ya no te amo pero sí te extraño. Quiero verte también con los ojos abiertos.