a Majo
Supón ahora que cada pelotita la puedes tomar con dos dedos y de pronto estar dentro de ella; recordar, pues. Eso no implica que la inmensidad exterior haya desaparecido; en algún momento saldrás a ella otra vez y de regreso a esa hoja en blanco te sentirás solo (o sola, suponiendo que seas mujer).
Pero la mente no sólo contiene el montoncito de recuerdos. Seguramente ya viste por allá, a lo lejos, un montoncito de ideas que parecen frijolitos; más para acá, al girar el cuello, una montaña de prejuicios; del otro lado se acumulan ciertos lazos... de pronto la mente ya no parece tan inmensa aunque lo sea.
Y pasa, así de pronto, revoloteando uno que otro deseo. (La frecuencia de estos animales alborotadores de la mente dependerá de cada quien, supongo yo.) Pasan volando por sobre nosotros y cagando sobre las canicas de uno u otro bulto y supongo que es normal: los sueños nos desasosiegan, nos empañan los recuerdos, hacen nidos entre las ideas germinándolas y en general alborotan todo. Son la vida dentro de esa parsimonia de paisaje.
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