agosto 24, 2010

Animales alborotadores

a Majo

Supón primero que tus recuerdos forman un montoncito en algún rincón de tu inmensa e iluminada mente. Probablemente al hacerlo, se están corporeizando esos recuerdos dentro de tu imagen mental. Para efectos prácticos supongamos que les diste forma de canicas y textura más bien como de gomitas dulces. Ahí están en el rincón, que en la imagen que estamos creando ya no es tanto un rincón sino que quedó en el centro de la blancura inmensa.

Supón ahora que cada pelotita la puedes tomar con dos dedos y de pronto estar dentro de ella; recordar, pues. Eso no implica que la inmensidad exterior haya desaparecido; en algún momento saldrás a ella otra vez y de regreso a esa hoja en blanco te sentirás solo (o sola, suponiendo que seas mujer).

Pero la mente no sólo contiene el montoncito de recuerdos. Seguramente ya viste por allá, a lo lejos, un montoncito de ideas que parecen frijolitos; más para acá, al girar el cuello, una montaña de prejuicios; del otro lado se acumulan ciertos lazos... de pronto la mente ya no parece tan inmensa aunque lo sea.

Y pasa, así de pronto, revoloteando uno que otro deseo. (La frecuencia de estos animales alborotadores de la mente dependerá de cada quien, supongo yo.) Pasan volando por sobre nosotros y cagando sobre las canicas de uno u otro bulto y supongo que es normal: los sueños nos desasosiegan, nos empañan los recuerdos, hacen nidos entre las ideas germinándolas y en general alborotan todo. Son la vida dentro de esa parsimonia de paisaje.

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