La tormenta era fuerte y el tráfico lento, estaba sólo en el auto. ¡Haiku pues, a ver si sale! No había mucho más que hacer.
Pero mientras le daba vueltas al asunto de las gotas rebotadas en el parabrisas, de las luces de los coches deformadas por el agua, de la vuelta de rueda o de la incipiente noche, en el estereo del
coche sonaba la "Leyenda de los dos amantes" de Silvio.
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