Decir que no hizo frío en toda la noche implica contar la historia desde el punto de vista de él, ser subjetivo. Pero yo quería ser objetivo y que ustedes escuchen solamente hechos. Decir, por el contrario, que de pronto la brisa nocturna le enfriaba el cuello o las orejas implica contar la historia desde el punto de vista de ella. Digamos entonces que él no sintió frío en toda la noche y ella sólo por momentos y a causa del viento. Y quizá nos equivoquemos al decir esto porque, como se verá, él tuvo un frío distinto ya entrada la madrugada.
Las cosas pasan así durante la noche: él llega a la fiesta de su terraza con retraso y ella ya está ahí, pero la descubre de entre la gente tiempo después. Tardan menos de ocho segundos en reconocerse, pero más de cuatro. Mal augurio.
Una vez que se han reconocido podemos usar sus nombres. Tomás se acerca, ambos sonríen y se besan en la mejilla. El olor de Mayra no ha cambiado en estos ochos años de ausencia y él lo reconoce con placer. Ella, por su parte, nota en Tomás un olor a tabaco que antes no estaba y que le agrada. Le explica qué hace ahí, cómo es que llegó. Él no explica nada, es su casa. Pasan varias canciones y varios tragos. Tomás bebe whisky y Mayra alterna el vino con el refresco de toronja pero conforme avanza la noche la frecuencia del tinto es mayor. La música también alterna. Va del electrojazz al lounge y a una especie de rock indie tranquilo; Mayra quiere bailar pero con esa música le es imposible.
Platican, toman y fuman juntos, ríen y se rozan de vez en cuando. Tomás piensa que se atraen tanto como antes; luego piensa que ella le atrae más ahora. Mayra no piensa mucho en eso pero se siente bien con él y le agrada haberlo encontrado; sonríe, por ejemplo, cuando ambos se descubren tarareando la canción en turno y cuando observa que los dos hurgan en los botaneros para evitar las aceitunas negras y prefieren las verdes o los canapés de gruyère. Tomás no nota estas cosas pero sí el anillo de compromiso que ella trae en la mano izquierda y nota también la forma de los senos de Mayra bajo el delgado poncho de alpaca.
En cierto momento él va al baño y aprovecha para enjuagarse la boca y arreglar su peinado. Ha tomado pero no se siente borracho, está contento y piensa que lo de ellos pudo haber sido, que si Ana no hubiera llegado a su vida para robarle el corazón por un par de años que duró lo suyo, pudo haber sido.
Curiosamente es Mayra quien lo dice. “Lo nuestro pudo haber sido algo lindo”, comenta casualmente mientras con la mirada busca a un camarero. Tomás asiente pero con la misma indiferencia de tres minutos antes, cuando estuvo de acuerdo en que el DJ es bueno pero la fiesta es demasiado pretenciosa. Fue al salir el tema de lo aburrida que resultaba la terraza en una business party cuando coló una frase de invitación a un lugar más cómodo; mintió y dijo que sentía algo de frío y Mayra aprovechó para decir lo de que pudo haber sido pero las cosas no se dieron.
En cierto momento ella va al baño y él aprovecha para saludar a una amiga de la compañía productora donde trabaja, una argentina con la que ha salido y a la que desde hace tiempo quiere invitar a la playa. Mayra sale del sanitario con el maquillaje sutilmente retocado. Tomás hace las debidas presentaciones y en cuanto la argentina se separa de ellos toma de la mano a Mayra y nota que no trae el anillo. No puede evitar esbozar una sonrisa, apenas perceptible, que Mayra alcanza a interpretar. Es el instante del frío para Tomás, siente que esa sonrisa lo ha delatado y queda atónito esperando algo. Ella también se nota alterada y dice que se quitó la sortija para lavarse las manos pero no se la pone.
Hablan un rato sobre el ausente fiancee de Mayra: es un internacionalista con un gran gusto por la literatura, así que le ayuda con objetivas críticas a la poesía que ella escribe. Tomás quiere que le recite uno de sus poemas y Mayra obviamente se niega pero lo invita a la próxima presentación de su más reciente libro. Será en el consulado… Por fin suena algo de latin jazz; ninguno de los dos reconoce la canción pero ambos se alegran por la esperanza de que la fiesta se anime.
Permanecen abrazados largo tiempo, hablando de nada. Ambos están borrachos (ella más) y saben que lo lógico sería terminar cogiendo pero no lo harán. Desde la terraza verán un amanecer que, objetivamente, será igual al diario salir del sol pero lo juzgarán muy lindo y repetirán el adjetivo varias veces. Tomás dejará de abrazarla cuando los últimos invitados comiencen a retirarse y la argentina lo invite desde la sala con una sugerente mirada; dejará de abrazarla pero no se moverá todavía. Se besarán en la boca, un beso tierno y pequeño. Mayra entonces sacará de su bolso el anillo y se retirará jugando con él mientras piensa: “Pinche puto”.
Cuando Tomás se acerque a mí y me de su vaso casi vacío indicándome con un movimiento de mano que podemos comenzar a recoger todo, lo escucharé en voz muy baja: “Pinche vieja apretada”.
3 comentarios:
:)
me agradó la historia....
saludos!
“Lo nuestro pudo haber sido algo lindo”... me gusta cuando vienes de manteles largos, tenía tiempo que no pasaba por aquí y siempre hay una buena sorpresa!
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