Grave problema: nos están faltando historias. Información por todos lados, miles de dibujantes, miles de millones de consumidores, incontables escribanos. ¿Y las historias? Una simple historia es lo que necesito para dormir en paz.
Hablar, por ejemplo de un niño como Pablo que dice una noche de principios de febrero: "Vas a ver –le habla a su hermana– que antes del San Valentín consigo novia"... Pero el cuento se me escapa. Seguro hay una historia escondida tras el rostro sonriente de la tía que, aplaudiendo y luego de más de una década, festeja su cumpleaños con la familia... Y no la encuentro. Y se me escapan más historias: los futbolistas golpeados, el perro que no volvió de las vacaciones, la gente que no se despedía...
Ahora todo es instantes, escenas. Pasa una cosa, luego otra, después varias más. ¿El tiempo avanza más rápido este año o qué pasa? Debo encontrar las historias.
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